SINOPSIS DEL ARTE ROMANO
1. LA ARQUITECTURA
1.1 Introducción
Los romanos imitaron a los griegos en diferentes campos. En el plano constructivo, sin embargo, con el espíritu práctico que les caracterizó, superaron claramente a los griegos (salvo en los acabados y en la decoración de los edificios públicos en los que estos se mostraron más refinados), y fueron pioneros en las grandes obras de ingeniería.
Como material de construcción emplearon el mortero -una mezcla de cal, arena y pequeños cantos rodados-, la piedra y el ladrillo, con los que, junto con el uso del arco y de la bóveda -que copiaron de los etruscos, los cuales alcanzaron un gran nivel en el plano constructivo, entre otros, y gobernaron Roma cerca de dos siglos-, consiguieron levantar edificios de grandes dimensiones y notable envergadura, como teatros, anfiteatros, circos, basílicas, acueductos, puentes, etc. Las superficies de los edificios construidos con material más pobre (hormigón y ladrillo, fundamentalmente), los revestían de mármol o de estuco.

De los órdenes arquitectónicos (dórico, jónico y corintio), los romanos aplicaron los tres, especialmente el corintio, y desarrollaron otros dos nuevos: el toscano, que fue una versión simplificada del dórico, y el compuesto, mezcla del jónico y el corintio. En los edificios de varios pisos, utilizaron, generalmente, un orden distinto en cada uno de ellos. Otra innovación romana, que sería muy utilizada después, fue el uso de la construcción adintelada superpuesta a la abovedada. Por último, a diferencia de la arquitectura griega, que fue esencialmente religiosa, la romana muestra un marcado carácter utilitario, civil y militar, alcanzando todo su esplendor en época imperial.



1.2. Edificios para los espectáculos públicos:
✓ El Circo. Constaba -el Circo Máximo, al menos, levantado en el valle entre el monte Capitolio y el Aventino de Roma, que fue el más grande en el Imperio Romano-, de una pista rectangular, de unos 650 metros de longitud y 200 metros de anchura, la cual estaba dividida longitudinalmente por la spina (espina) -un muro de 3 ó 4 metros de ancho y 1,5 de alto, decorado con estatuas, obeliscos, etc.-, en cuyos extremos había tres columnas de bronce dorado, colocadas sobre un alto pedestal, que servían para indicar a los aurigas el lugar en que tenían que efectuar el giro. El testero de la pista remataba en una curva, algo más acusada que la del lado opuesto, donde estaban las carceres, de las que salían los carros y los caballos, y, a los lados de la arena, se levantaban las gradas para los espectadores.

✓ El Anfiteatro. El anfiteatro fue una construcción típicamente romana, la cual surge al unir dos teatros por la parte posterior de la escena y retirar ésta una vez adosados ambos teatros [anfiteatro < *άnjί (doble) – qeάtron (teatro)]. En Roma, los primeros anfiteatros fueron de madera; después se construyeron de piedra y de hormigón. Su planta suele ser ovalada y, como partes más importantes de los mismos, habría que destacar las siguientes:
⎯ La arena el espacio donde tenían lugar los combates de gladiadores y las luchas de fieras, el cual estaba delimitado por un alto podio rematado por un saliente hacia el interior, para evitar que alguna de aquéllas alcanzara de un salto a los espectadores de las primeras gradas. Así mismo, para asegurarse mejor de ello, se solía colocar delante del citado podio una alta red metálica sostenida por palos.
⎯ Las habitaciones debajo de la arena, parte de las cuales las utilizaban los gladiadores, y otras servían para contener las jaulas de las fieras y las tramoyas de las representaciones que se hacían en el anfiteatro. Muchos anfiteatros, como el de Segóbriga o el de Pompeya, no tuvieron dichas habitaciones.
⎯ Las gradas. Construidas alrededor de la arena, cada sector de las mismas se hallaba estrictamente reservado a los ciudadanos según su categoría social. En algunos anfiteatros y teatros, cuando se organizaba un espectáculo especial, se tendía por encima de las gradas un toldo (velum), con una abertura en el centro, para proteger a los espectadores de la lluvia y, sobre todo, de los rigores del sol, el cual se sujetaba en unos mástiles fijados en modillones, como los que se pueden ver en la cornisa externa del cuarto piso del Coliseo o en el teatro de Pompeya. En Roma, los marineros de la flota de Miseno eran los encargados de tender el velum del Anfiteatro Flavio o Coliseo, considerado como el ejemplar más famoso de este tipo de edificios.



✓ El Teatro. Se construyó a imitación del teatro griego, y, como este, los teatros en Roma fueron de madera al principio. El primero de piedra fue edificado en tiempo de Pompeyo en el año 55 a. C. Los romanos aprovecharon, como los griegos, la falda de una colina para construir en ella, total o parcialmente, las gradas del teatro; pero, a diferencia de estos, levantaron también teatros sobre terreno llano, cosa que los griegos no hicieron nunca.

Las partes de un teatro romano son parecidas a las de uno griego, con estas características:
⎯ La cavea es el graderío donde se sientan los espectadores, el cual se distribuye en tres zonas superpuestas (ima cavea, media cavea y summa cavea), separadas horizontalmente por anchos pasillos (praecintiones) y, a veces, también por pequeños muros (baltei). Las citadas zonas se dividen, a su vez, en sectores (cunei), separados por escaleras radiales (escalae). Para conseguir una acústica mejor, en la mayoría de los teatros romanos se construyó, por encima de la summa cavea, un pórtico cubierto, cuya altura era igual que la de la frons scaenae.
⎯ El graderío era semicircular, como en el teatro griego; pero, a diferencia de este, estaba unido a la frons scaenae, por lo que el acceso a la orquestra y a las gradas inferiores se realizaba a través de unos pasillos abovedados laterales (aditus), encima de los cuales solía haber un palco de honor a cada lado.
⎯ La orquestra (orchestra). En el teatro romano, la orquestra, que en el teatro griego era circular, se redujo a un semicírculo, por el escaso papel del coro, e, incluso, se construyeron en ella anchas escaleras de piedra (tres, generalmente), en las que se ponían sillas portátiles, que ocupaban en las representaciones las personas distinguidas de la ciudad.
⎯ El proscenio (proscaenium). Formaba un rectángulo, cuya altura no superaba los 1,48 metros, y su frente, en el que estaba situado el telón, que se bajaba cuando comenzaba la representación, era de sencillo diseño. El escenario, generalmente de madera, era más ancho y profundo que el del teatro griego.
⎯ La escena. El gran muro de la escena (scaenae frons) solía representar la fachada de un palacio, ricamente decorada con columnas y hornacinas, en las que se colocaban generalmente estatuas de alguna divinidad, del emperador reinante y de algún benefactor de la ciudad. Muchos teatros tenían, en la parte superior de la escena, una amplia plataforma inclinada de madera, que servía para proteger a los actores de la lluvia y mejorar la acústica del teatro. Tres puertas -la valva regia, en el centro, y las valvae hospitalium, en los extremos- se utilizaban para la entrada y salida de los actores. Detrás de la frons scaenae o a los lados, había camerinos para los actores y dependencias en las que se guardaba la tramoya de las representaciones.
A imitación de los odeones griegos, en algunas ciudades romanas se construyó un pequeño teatro cubierto para audiciones musicales.


1.3. Otros edificios importantes en la arquitectura romana.
✓ El templo. El templo romano es de forma rectangular y se alza sobre un alto podio por tres de sus lados, los cuales están adornados, por encima de dicho podio, con medias columnas adosadas. En el lado frontal, una escalinata da acceso a un amplio pórtico, con columnas exentas -la mayoría de ellas, de orden corintio-, al fondo del cual se encuentra la cella (santuario), a la que sólo entraban los sacerdotes y sus ayudantes. Los sacrificios con asistencia de público tenían lugar en el altar que había delante de la fachada principal. Los templos de este tipo mejor conservados son el de la Fortuna Viril, en el Foro Boario, de Roma, y el de la Maisson Carrée, de Nimes (Francia).

Además del templo clásico, antes descrito, los romanos construyeron también templos circulares, como el Panteón, de Roma, una de las obras más espléndidas y mejor conservadas de la arquitectura antigua. Se construyó, entre los años 27 y 25 a.C., por orden de Marco Agripa, yerno de Augusto, quien quiso fuera dedicado a todos los dioses (de ahí, su nombre). Destruido por un incendio en el año 80 d.C., fue totalmente reconstruido entre los años 118 y 125 por el emperador Adriano, el cual dispuso que figurara en la fachada del pronaos la inscripción que vemos en ella, para honrar al fundador del templo. Desde el s. VII d.C. se viene usando como iglesia cristiana. En su interior se halla la tumba del gran pintor Rafael. Otro templo de planta circular, aunque de dimensiones más reducidas que el anterior, es el de Vesta, en el Foro Boario de Roma, el cual posee una estructura similar a la de la tholos helenística.


✓ La Basílica. Originaria de la Grecia asiática, con los romanos adquirió su forma definitiva y su función característica. En ella, se administraba justicia y se realizaban operaciones comerciales. Respecto a su estructura, la basílica típica era de forma rectangular y tenía tres naves separadas por columnas. La nave central era generalmente más alta y ancha que las laterales y solía terminar en un ábside. Tras el Edicto de Milán (313 d. C.), los cristianos, que, a diferencia de los paganos, celebraban su culto dentro del templo, construyeron sus primeras iglesias imitando las basílicas romanas por su amplitud y las llamaron igual.


✓ Acueductos. En las ciudades romanas, el agua adquirió una importancia capital, la cual se empleaba para abastecer las termas públicas y privadas, las fuentes y los jardines, así como para el consumo de sus habitantes. Por ello, se traía de alguna presa o pantano construidos ad hoc (bastantes de ellos, a muchos kilómetros de distancia), a través de un canal (specus), que discurría, según su trazado, bajo tierra (en cuyo caso, se disponía de toda una serie de registros de drenaje y limpieza en su recorrido), o al aire libre, ya a ras de suelo, o ya sobre grandes arquerías de piedra, llamadas acueducto (nombre que habría que dárselo a todo el canal), las cuales salvaban vaguadas y valles. A pesar de conocer el uso del sifón, los romanos no renunciaron a este tipo de construcción, de gran belleza y monumentalidad.
El agua así transportada era recogida y depurada, a la entrada de la ciudad, en unos depósitos (castella aquarum), desde donde se distribuía a los distintos puntos de la misma. Entre los acueductos romanos más espectaculares y bellos y mejor conservados, hay que citar el Acueducto de Segovia, construido con piedras de granito, superpuestas, sin argamasa, el cual mide unos 700 metros de longitud y 30 de altura; y el Pont du Gard, cerca de Nimes (Francia), que cumplió la doble función de acueducto y calzada.


✓ Puentes. La extensa red de calzadas, a lo largo y ancho del Imperio, obligó a los arquitectos romanos a construir numerosos puentes para salvar ríos o depresiones del terreno, mostrándose también en ello indiscutibles maestros. En España, uno de los mejor conservados y de proporciones más esbeltas es el de Alcántara, sobre el río Tajo, que mide cerca de 50 metros de altura. En el centro tiene un arco de triunfo, y un templo, a la entrada. El de Mérida, sobre el Guadalquivir, es menos alto que el anterior, pero es mucho más largo, ya que mide cerca de un kilómetro de longitud. A lo largo de los siglos sufrió diversas reparaciones.


✓ Monumentos conmemorativos:
⎯ Los Arcos de triunfo. El arco de triunfo romano adoptó la forma de una puerta de ciudad, aislada de la muralla, y fue construido, en la mayoría de los casos, para conmemorar algún hecho notable de un emperador, o para agradecerle sus favores a la ciudad en la que se erigió. En algunos casos, se erigieron por otros motivos. La mayor parte de los arcos de triunfo fueron construidos durante el Imperio y los más espléndidos lo fueron en Roma. Los primeros arcos de triunfo eran de un solo vano [el de Orange (Francia), inaugurado el año 21 a. C., con tres vanos, sería la única excepción]. A partir del s. II d.C., se construyeron de tres, en cuyo caso el central es mayor que los laterales. La mayoría de los arcos de triunfo conservados están decorados con columnas y relieves, en los intercolumnios, en los que se enaltece casi siempre a los destinatarios de los mismos. Encima del entablamento, figura el ático, con la leyenda alusiva al acontecimiento que dio origen al arco en cuestión. En algunos de estos arcos se colocó, en su parte superior, una cuadriga. Uno de los arcos de triunfo romanos más elegantes, dentro de su sencillez, es el Arco de Tito, a la entrada del Foro romano. Es de un solo vano, y fue mandado construir por el emperador Domiciano, tras la muerte de su hermano Tito, para conmemorar la victoria de este sobre los judíos, en la conocida como primera guerra judeo-romana (67-70 d.C.), con la toma de Jerusalén, cuyo templo fue saqueado y destruido por sus tropas, a pesar de las órdenes expresas que él había dado de no hacerlo. La leyenda del ático y los relieves del intradós del arco aluden a estos hechos. Uno de los mejores de tres vanos es el de Septimio Severo, al fondo del citado foro y el de Constantino, cerca del Coliseo, el cual se decoró con relieves de otros arcos. Algunos de los arcos romanos presentan cuatro fachadas, en lugar de dos, como el del Foro Boario, en Roma, o el de Septimio Severo en Leptis Magna (Libia).



⎯ Las Columnas conmemorativas. La más famosa de estas es la Columna de Trajano, la cual fue erigida en el foro de este emperador para contener sus cenizas, que fueron depositadas en su basa en una urna de oro. La banda que la rodea en sentido helicoidal muestra los principales episodios, en bajorrelieve, de las dos guerras libradas por él contra los dacios. Dicha banda, policromada en su origen, es de unos 200 m de larga y comprende 155 escenas y más de 1.500 figuras. Para facilitar su visibilidad, las franjas más cercanas se hicieron de 0,89 m y las más alejadas, de 1,25 m. La altura de esta columna, de mármol de carrara, es de 39,33 metros, incluido el pedestal y el remate, el cual estuvo constituido primero por un águila, luego, por una estatua de bronce dorado de Trajano y, a partir de 1587, por una de S. Pedro, que mandó colocar el papa Sixto V.

✓ Las Termas
⎯ Características generales. Los griegos fueron los primeros que disponían ya, a finales del siglo V a. C., en los gimnasios y palestras, de bañeras, las cuales se llenaban con agua caldeada, que empleaban los atletas para quitarse el sudor y el aceite con el que algunos de estos impregnaban su cuerpo antes de las competiciones deportivas y de los ejercicios físicos. Su función, por tanto, era puramente higiénica. Por lo que respecta a los romanos, los restos termales más antiguos de los que hay noticia son las termas de Pompeya,datadas en el siglo II a. C., y su uso se generalizó en Roma a partir del siglo I a. C. Para estos, sin embargo, las termas desempeñaron una función bastante diferente a la de los baños-gimnasio griegos, pues, a partir de Agripa, sobre todo, que construyó unas termas con entrada gratuita para los ciudadanos, los complejos termales se convirtieron en un servicio más prestado a estos, complementario al de los espectáculos organizados en el circo, teatro y anfiteatro. Esto explicaría que los complejos termales en Roma pasaran de los 170 del siglo I a. C. a los cerca de un millar en el Imperio -algunos tan impresionantes como los de Trajano, que crearon el prototipo de termas de grandes dimensiones, los de Caracalla, con un aforo de unos 1.600 bañistas, y los de Diocleciano, con un aforo aún mayor-, los cuales se abastecían, en tiempos de Trajano, de gran parte del millón de metros cúbicos diarios de agua que eran transportados a Roma a través de nueve acueductos. A dichos centros termales acudían por la tarde los ciudadanos, según sus gustos o por la proximidad, acompañados de sirvientes y clientes o sin ellos, de acuerdo con su status social, para practicar, gratuitamente o por un precio módico en concepto de entrada, ejercicios en la palestra y para tomar los diferentes baños que se les ofrecía, comentando al mismo tiempo con los amigos y vecinos los sucesos más relevantes acaecidos en la ciudad o tratando de los asuntos que les incumbían. Esta moda se extendió después por todo el Imperio, de forma que no hubo ciudad por pequeña que fuera que no tuviera su/s complejo/s termal/es, como fue el caso de Timgad, en el norte de Argelia, que disponía de 12 termas para uso de sus 15.000 habitantes.


⎯ Decoración. La decoración de las termas fue, en general, muy cuidada, especialmente la de las termas más grandes de Roma, cuyos techos estaban revestidos de estuco policromado y las paredes de mármol y los suelos eran de mosaico con figuras y brillantes colores, a juego con las columnas, rojas o verdes, de granito egipcio y las bañeras de basalto, etc. Estas se embellecieron también con esculturas de gran tamaño, como la de Laocoonte, encontrada en las de Trajano, o la del grupo colosal del Toro Farnesio, en las de Caracalla

⎯ Principales estancias de las termas. Dentro de la diversidad de las mismas, todas ellas disponían de las siguientes:
-Apodyterium: era el vestuario, en el que los bañistas dejaban al llegar su ropa y sus objetos personales en unas hornacinas o huecos, sin puerta, que había en la pared y cuya vigilancia corría a cargo de esclavos. También había en él bancos corridos de mampostería, que facilitaban el cambio de ropa.
–Laconicum: destinado a los baños de vapor, era una habitación pequeña y circular, con un techo semiesférico y una abertura en la parte superior, que se podía cerrar mediante un disco de metal. Las termas más modestas no lo tenían.
–Caldarium: contaba siempre con una bañera, al menos, para el baño de agua caliente En las grandes termas, había incluso piscinas de agua caliente donde se podía nadar.
-Tepidarium: era una habitación de ambiente templado, que podía tener baño o no, en la que el cuerpo de los bañistas se aclimataba para no acusar demasiado el contraste con el baño siguiente.
-Frigidarium: era la sala destinada al baño de agua fría. Las grandes termas, sobre todo, solían disponer de una piscina de agua fría al descubierto, en la que se podía practicar la natación.
El uso de las distintas estancias era por este orden. Al menos, los que hubieran realizado competiciones en la palestra, después de estas entrarían en uno de los sudatoria, si los había, cerca del caldarium; a continuación, pasarían a este para rociar su cuerpo en el labrum con agua caliente y quitarse con la strigilis el ungüento compuesto de aceite y cera, así como la capa de polvos que se habían puesto antes de iniciar las competiciones; limpios y secos, entrarían en el tepidarium para habituarse al cambio de temperatura; y, finalmente, tomarían el baño de agua fría en el frigidarium, siguiendo las indicciones del médico griego Hipócrates o de los romanos Celso y Paracelso, quienes recomendaban el baño de agua fría al final, dado que ayudaba a desentumecer los músculos del cuerpo y aportaba otros muchos beneficios. No se descarta, sin embargo, que algunos comenzaran por el baño de agua fría y terminaran con el baño de agua caliente e, incluso, que comenzaran por el baño de agua fría y finalizaran también con él, efectuando un doble recorrido.



Aparte de las estancias destinadas al baño, las termas solían disponer de una palestra, en la que se hacían ejercicios físicos, y, en la parte exterior, de las llamadas tabernae, donde se vendían bebidas y alimentos. Las termas de grandes dimensiones ofrecían también bibliotecas, salas de reunión y para escuchar conferencias o audiciones musicales, de juego y de cuidados de belleza, de masajes, etc. Tampoco faltaban en ellas las letrinas (letrinae), compuestas de un banco corrido de piedra fina, adosado a las paredes del recinto, con orificios a distancias fijas, bajo el cual fluía una corriente de agua constante, que arrastraba las heces. Otro canalillo, que corría por delante de los pies de los usuarios de la letrina, servía para mojar la esponja, sujeta al extremo de un palo, que usaban estos para limpiarse después de las deposiciones. Dadas sus características, no extrañaría que las letrinas resultaran a veces un lugar cómodo y hasta “apetecible” a sus usuarios para entablar y alargar la charla sobre cualquier tema de actualidad.


⎯ Sistema de calentado de agua y de calefacción. El agua y el aire calientes en las termas se conseguía mediante un horno (praefurnium), o varios, si las termas eran grandes, calentado/s con carbón de leña, los cuales se encontraba/n en los sótanos. La primera llegaba a las estancias donde se tomaban los baños de agua caliente por tuberías de plomo, mientras que el aire caliente se difundía por las galerías (hypocaustum) que había debajo del suelo de las citadas dependencias, el cual se sustentaba casi siempre en pequeños pilares (suspensurae) de ladrillo, y por los huecos que quedaban entre las paredes y el techo de dichas habitaciones y las piezas de cerámica con protuberancias (tegulae mammatae), generalmente cuadradas, que las recubrían por fuera, las cuales fueron sustituidas desde principios de nuestra Era por tubos cerámicos (tubuli latericii) de sección rectangular para evitar los remolinos de aire que se producían a veces con las tegulae mamatae. Reminiscencia de este tipo de calefacción es la gloria castellana, usada aún en algunas casas a mediados del siglo pasado como sistema de calefacción.

Las termas se abrían al mediodía, generalmente, y se cerraban a la puesta del sol. Cuando no había estancias en ellas para las mujeres, una parte del día se abrían para estas y otra para los hombres. En Roma, al menos, se permitió que hombres y mujeres compartieran a la vez los baños; pero, por los escándalos que esto provocaba, Adriano y otros emperadores intentaron instaurar horarios distintos para cada sexo, si bien estas medidas no debieron de cumplirse rigurosamente. El Concilio de Laodicea, en 320, prohibió la entrada de mujeres a las termas; pero es posible que, hasta que el cristianismo se convirtió ya en religión oficial, en época de Teodosio, algunas mujeres se saltaran esta prohibición.
1.4. La vivienda romana. En la Antigua Roma, hubo tres tipos de viviendas: domus, insulae y villae.
✓ DOMUS. Las primeras viviendas de los pobladores de la Italia prerromana, campesinos y pastores en su mayoría, fueron cabañas con forma redonda o elíptica y una única habitación coronadas por un techo cónico de paja y construidas sobre una base, que las aislaba de la humedad, de las cuales se han encontrado restos en el Monte Palatino datados en el siglo VIII a. C. En dicho espacio, sus moradores encendían fuego para calentarse y para asar la carne que comían, saliendo el humo por una abertura que había en la parte superior. Dicho espacio estaba, por lo mismo, negro/ennegrecido por el humo (atrum), adjetivo que dio origen a la palabra atrio.
Bajo la influencia de los etruscos, la planta circular de las citadas cabañas se convirtió en rectangular, surgiendo así la llamada domus, con un estilo aún bastante rústico, donde vivía una sola familia, la cual estaba integrada por el atrium (atrio) -que conservó su antiguo nombre, aunque ya no estuviera negro por el humo-, el cual tenía una gran abertura en el techo por donde entraba la luz al recinto, y habitaciones alrededor, y por el hortus (“huerta o jardín”) en la parte posterior, cerrado y estrechamente relacionada con aquel como lo demostraría el hecho de que en la Ley de las Doce Tablas el conjunto sea denominado hortus.
A comienzos del siglo II a. C., después de la Segunda guerra púnica, las familias ricas y acomodadas tendieron a ampliar su vivienda, sustituyendo el hortus por el peristylum (peristilo), copiado de la casa griega, la cual consistía básicamente en un patio central porticado con habitaciones alrededor, llamado peristilo, el cual se convirtió en el centro de la vida social de los habitantes de la domus.



Esta clase de viviendas eran normalmente de una sola planta (algunas tenían una segunda, generalmente encima del Atrio), de las que hay abundantes muestras en Pompeya y Herculano, conocidas, por lo mismo, como domus “de tipo pompeyano”, son más cómodas, amplias y elegantes que sus predecesoras, y, aunque no tengan el plano que figura aquí como modelo, pues cada una de ellas se construyó de acuerdo con las necesidades y gustos de sus propietarios y las peculiaridades del terreno, muchas de ellas responden a él, presentando las dependencias siguientes:

–Ostium oVestibulum (vestíbulo). Era el recinto, de dimensiones reducidas, dedicado a la diosa Vesta, protectora del hogar (de ahí, su nombre), que había delante de la puerta de la casa por el que se accedía a ella. La puerta (ianua) estaba consagrada al dios Jano (Ianus) bifronte, el cual vigilaba con una de sus caras la parte exterior y con la otra el interior de la casa. A veces la puerta era doble (valvae), en cuyo caso solían estar cortadas por la mitad, lo cual permitía que su parte superior estuviera abierta, si se deseaba entrara por ella el sol o el aire del exterior, y cerrada la inferior. A uno y otro lado del vestíbulo, algunas domus disponían de sendas tiendas (thermopolia), abiertas generalmente a la calle, en cuyo caso solían estar arrendadas por su dueño. El thermopolium era un establecimiento que disponía de un mostrador de mampostería, en forma de L, en el que había encastradas vasijas de cerámica que contenían bebidas y comidas preparadas, calientes y frías, que se podían consumir allí o llevar a casa, y estantes donde se colocaban diversos recipientes. En algunas de ellas se exhibían colgadas muestras de lo que se vendía allí. En el pavimento del vestíbulo de algunas de las casas, figuraba, en mosaico, un perro atado con una cadena, con la leyenda “Cave canem” (¡Cuidado con el perro!), o el saludo Have (Ave, ¡salve!) u otro animal con la correspondiente leyenda.



–Fauces. Era el corredor que iba de la puerta al atrio. En el extremo del mismo, había, a veces, una cortina colgando del techo para evitar miradas curiosas desde la calle cuando estuvieran las puertas abiertas.
–Atrium (atrio). Herencia de la tradición etrusca, fue un elemento característico de la domus, junto con el peristylum, y consistía en un patio porticado, con cuatro columnas (atrio tetrástilo) e incluso más, o no porticado (atrio toscano), en cuyo caso mostraba una mayor amplitud, el cual tenía una gran abertura central en el techo (compluvium), por la que entraba la luz al recinto (las ventanas al exterior en las habitaciones eran escasas) y el agua de lluvia, dado que el tejado estaba inclinado para poder hacer acopio de ella, la cual era recogida en un pequeño estanque (impluvium), y canalizada, mediante una tubería, a la cisterna que había debajo de él, haciéndola servir después los dueños de la casa para usos domésticos.
Al fondo del atrio, se encontraba generalmente el tablinum, abierto por detrás al peristilo. Originalmente debió de ser el dormitorio principal y a partir de la época helenística se convertiría en lugar de trabajo del pater familias, en el cual recibiría a quienes acudieran allí para tratar con él de negocios o de otro tipo de asuntos. En él se guardaban también, en armarios, los documentos y recuerdos familiares, así como las imagines maiorum o retratos de los antepasados, que solamente podían tener las familias que poseyeran el ius imaginum. Posiblemente también allí recibirían clase del pedagogo los hijos del dueño de la casa. Generalmente el tablino estaba separado del atrio por una cortina -que cubriría también la puerta de los dormitorios que había alrededor del atrio-, y, del peristilo, por un tablón de madera, el cual se retiraría cuando empezara a hacer buen tiempo. El pavimento del atrio y el del peristilo y el de las habitaciones que había a su alrededor (cubicula) solía estar cubierto con bellos mosaicos y las paredes decoradas con bellos frescos, como los que figuran en la casa de Lucrecio Frontone. También solía estar en el atrio el lararium, o templete dedicado a los Lares, dioses protectores del hogar, a los cuales se les solía hacer libaciones y ofrendas antes de comer. El atrio, por último, era el lugar donde el pater familias recibía a primera hora de la mañana a sus clientes (salutatio matutina), a los que, tras departir con ellos unos minutos, entregaba algo de comida (sportula) y, a continuación, se marchaba rodeado de los mismos al foro.



–Andron. Era el corredor o pasillo que comunicaba el atrio con el peristilo.
–Peristylum (peristilo). Constaba de un patio interior descubierto rodeado de un pórtico columnado, el cual tenía en el centro un pequeño jardín, decorado con macetas, plantas aromáticas, fuentes y figurillas de mármol o de bronce, etc., y habitaciones a su alrededor, más amplias y lujosas que las que había en el atrio, de las que habría que destacar: el triclinium (triclinio), o comedor principal, adoptado por los etruscos de los griegos y de estos, después, por los romanos.

El triclinio estaba constituido, en tres de sus lados, por tres (τρι-) lechos alargados (κλίνη) de mampostería o de mármol, en forma de U, con una pequeña inclinación hacia la parte de atrás de unos 10º y lo suficientemente amplios como para dar cabida cada uno de ellos a tres comensales, los cuales comían reclinados apoyado su lado izquierdo sobre cojines. Delante había una mesa cuadrada, generalmente de mampostería, a veces portátil, donde los sirvientes depositaban los platos preparados en la cocina.


Otras habitaciones o estancias que daban también al peristilo eran: el oecus, que consistía en una gran sala cuadrada o rectangular, abovedada, apoyada sobre columnas, si la sala era de gran tamaño – oecus tetrásytilo, con cuatro columnas; oecus tetrásytilo, con una fila de ellas a cada lado-, la cual era utilizada por el dueño de la casa para reunirse con sus amigos y charlar relajadamente sobre los temas de su interés. A veces, se hacía servir como comedor, más amplio y lujoso que el triclinio, cuando el número de comensales rebasaba los nueve que se podían acoplar en el comedor ordinario.
La exedra era otra sala con fondo semicircular abierta igualmente al peristilo, la cual estaba circundada por bancos de piedra y servía de lugar de encuentro para conversar sobre temas especialmente de carácter filosófico o cultural. Este tipo de estructura alcanzó especial popularidad en la arquitectura romana a partir del siglo I d. C., figurando en edificios públicos como foros, termas, palestras, etc., y también en el ábside de las basílicas paleocristianas y de las iglesias bizantinas y románicas.


La culina (cocina). Era una estancia de dimensiones reducidas y escasa iluminación (las descubiertas en Pompeya, al menos). Estaba provista de un fogón de mampostería y, como no había chimenea, el humo salía por alguna ventana o por una abertura practicada en el techo. Normalmente se encontraba cerca del baño (lavatrina), donde los miembros de la familia realizaban el lavado elemental (el baño completo lo efectuaban en las termas que tuvieran más cerca de casa). Se han descubierto en Pompeya baños incluso lujosos, como los de la casa de Iulia Felix, una de las más grandes de Pompeya, que eran unas termas en pequeño, pues disponían de frigidarium, tepidarium y laconicum, además de una piscina al aire libre, las cuales la dueña, aprovechando que solo las Termas del Foro se podían utilizar después del terremoto que sufrió Pompeya en el año 62 d. C., decidió alquilarlas para sacarles beneficio económico, dado que también su fortuna se debió de resentir como consecuencia de aquel.
En un lateral del peristilo de algunas domus, había una puerta (posticum), por la que podían entrar o salir de forma discreta el personal de servicio y los propios dueños.


✓ INSULAE. La Insula era un bloque de pisos construido en Roma, sobre todo, y en las ciudades de mayor entidad, para aprovechar el espacio de las mismas, los cuales normalmente las tenían alquiladas sus dueños -a un precio casi siempre abusivo, en Roma, al menos-, a quienes carecían de vivienda propia, que eran la mayoría de sus habitantes. En Roma, en efecto, había 46.000 viviendas habitadas por las clases bajas frente a 1.700 casas individuales (domus), algunas de ellas con doble planta, bellamente decoradas y provistas de un lujoso mobiliario. En la parte inferior, había tiendas (thermopolia) y talleres e incluso viviendas, entre ellas la del dueño de la insula, que daban al jardín o patio interior de la misma y en el entresuelo, alojamientos para los trabajadores de las tiendas. La insula tenía generalmente cuatro plantas, aunque en Roma algunas de ellas llegaron a tener seis. Los pisos superiores eran de dimensiones más reducidas y de peores condiciones que los inferiores y serían habitados por la clase baja. El hecho de que muchas de ellas se construyeran con materiales pobres y con madera y se levantaran en calles estrechas provocó frecuentes hundimientos e incendios, los cuales se propagaban rápidamente por diversas zonas de la misma, dado que la forma de extinguirlos era básicamente con cubos de agua, que cogían del grifo en la fuente que había en la parte baja de las viviendas o próxima a ellas. El más pavoroso de estos incendios se produjo el 19 de julio del año 64, en tiempos de Nerón, y duró cinco días, siendo destruidos, según Tácito, cuatro de los catorce distritos de la ciudad y otros siete quedaron seriamente dañados. No está claro quién o qué causó realmente el incendio. Aunque la historiografía cristiana lo atribuyó a Nerón, que soñaba con levantar una nueva Roma según el plano que le diseñara un arquitecto de origen griego, dicho incendio se debió de producir de forma casual, como otros que sufrió Roma. El propio Tácito no encontró pruebas de que hubiera sido Nerón su autor. Los restos mejor conservados de insulae se encuentran en Ostia, puerto de la antigua Roma.

✓ VILLAE (villas). Estas se levantaron fuera de las ciudades, distinguiéndose dos tipos fundamentales de ellas:
• Villa rustica (casa de campo, granja). Su aparición y desarrollo en Italia estuvo relacionada con la aparición, a partir del siglo II a. C., de los latifundios, explotados por patricios o plebeyos enriquecidos, y la paulatina desaparición de los pequeños agricultores y se destinó a la producción y comercialización de los productos que se cultivaban en ella, cereales, fundamentalmente. Los trabajadores eran en su mayoría esclavos supervisados por un capataz (villicus). Dentro de la villa, hay que diferenciar las partes siguientes:
– Pars Dominica o zona residencial, destinada al dominus y a su familia. Reproduce esta, en gran medida, el esquema de la domus o vivienda de una sola planta, en la que, a partir del siglo I a. C., el peristilo es el espacio dominante, desplazando al atrio, y estaba provista de todo tipo de comodidades, incluidas termas, donde residía el propietarios cuando visitaba la villa para supervisar las labores realizadas en ella y cuando iba allí con su familia para pasar días de descanso y de recreo.
–Pars rustica, en la que se encontraban las viviendas del capataz y de los trabajadores, la cocina, los establos, corrales y pocilgas de los animales, los hornos, fuentes, etc.
–Pars fructuaria. Era la zona destinada a la conservación y elaboración de la producción agrícola, donde se encontraban los almacenes, los graneros, la bodega, el molino de harina, el lagar, la almazara y los cobertizos para los carros, etc.

• Villas de recreo, lujosas y ostentosas, de familias generalmente con poder adquisitivo alto construidas en la costa o en parajes con un especial atractivo, y de algunos emperadores, como Tiberio, quien, por temor a ser asesinado, se retiró a la isla de Capri, en donde se hizo construir, en la parte alta de la misma en un lugar de difícil acceso y fácil defensa, una soberbia villa, desde la que gobernó el Imperio entre los años 27 y 37, entregado, según Suetonio, a toda clase de orgías sexuales, si bien esto no se ha podido demostrar. También Adriano, en el siglo II, se mandó construir otra en las afueras de Tívolia, a 23 kilómetros de Roma, para utilizarla como lugar de retiro cuando a él le apeteciera, ya que no le gustaba su palacio del monte Palatino, en Roma, y en la que pasó, junto con su gran corte, los últimos años de su vida, gobernado igualmente desde allí el Imperio.

• Las villas en el siglo III y en época bajoimperial. Como consecuencia de la crisis que sufrió el Imperio en el plano político, militar, social y económico desde finales del siglo II d. C., sobre todo en la parte occidental, debido, sobre todo, a las invasiones bárbaras, las ciudades sufrieron un importante descenso demográfico, optando entonces los curiales y la aristocracia municipal por irse a vivir a sus villae en el campo, donde disponían de grandes propiedades agrícolas y de talleres artesanales, suficientes para atender todas sus necesidades. En ellas se sentían seguros de los asaltos de bandoleros, que se incrementaron entonces, y podían esquivar más fácilmente los altos impuestos con los que fueron gravadas las ciudades por el Estado para cubrir especialmente los gastos militares, de los cuales tenían que responder los curiales con su propia fortuna, si era necesario.
Estas villae, de las que se han descubierto bastantes restos en el interior de España, diferían muchode las antiguas villas rústicas romanas por su forma característica de ocupación y explotación del espacio rural y, sobre todo, por la distribución y dimensiones de las dependencias de la pars dominica o zona residencial, destinada al dueño del latifundio y a su familia. En ellas se han encontrado numerosas y bellas muestras de los mosaicos que pavimentaban el suelo de las habitaciones principales y toda clase de comodidades, como termas completas. Su defensa se aseguró con recios muros y torres, en algunos casos, como se aprecia, por ejemplo, en la Villa de la Olmeda, cuya reconstrucción figura aquí.

2. LA ESCULTURA
2.1. Introducción.
Los romanos no intentaron competir con los griegos ni en la escultura ni en las artes decorativas, tal como señalara el poeta latino Virgilio (Eneida, VI, 847-854). ). Cautivados, sin embargo, por su cultura, importaron escultores griegos y grandes cantidades de obras de arte como botín de guerra. Donde sí se mostraron originales fue en el relieve histórico y en el retrato.
2.2. Importación y copia de obras de arte griegas.
La mayor parte de las obras de arte importadas por los romanos procedían de las colonias griegas de la Magna Grecia y de Sicilia (especialmente, de Siracusa) y de las ciudades helenísticas; y el hecho de que gran parte de aquellas fueran adquiridas por los patricios para embellecer los peristilos y otras dependencias de sus lujosas casas hizo que se pusieran de moda entre ellos y se multiplicaran entonces, primero en Atenas, Pérgamo, Alejandría, etc., y, después, en la propia Roma, los talleres, regentados la mayoría por escultores griegos, en los que se hicieron abundantes copias de dichas obras por la falta de originales.
Estas copias fueron de las obras maestras de la Época clásica (siglo V – IV a. C.), lo cual nos ha permitido hacernos una idea muy exacta de los originales, muchos de los cuales se perdieron o fueron fundidos en la Baja Edad Media y el Renacimiento, si eran de bronce.
2.3. Relieve histórico.
Los griegos tuvieron arte conmemorativo como los romanos; pero, mientras los primeros se sirvieron de él para mostrar de forma simbólica e idealizada acontecimientos de la polis considerados dignos de ser recordados e imitados, para los romanos fue una ilustración gráfica de hechos notables, fundamentalmente del emperador reinante, presentados con gran realismo para su “mayor gloria”. La obra más importante de este género es el Ara pacis Augusteae, construida para celebrar la Paz romana, tras la anexión de Hispania. Los personajes no desfilan, como, por ejemplo, en la procesión de las Panateneas en el friso del Partenon, en un solo plano. Sobre lo que allí es fondo liso se dibuja aquí, en relieve más bajo, una segunda fila de personajes que dotan de profundidad a la escena.

2.4. El Retrato.
El retrato romano, cuyos antecedentes son el retrato griego de Época helenística y el retrato funerario etrusco, se caracteriza por un marcado realismo, debido, sobre todo, a las imagines maiorum o mascarillas de cera, que se hacían al rostro de los cabeza de familia de la nobilitas romana poco después de morir, y se guardaban, con las de sus antepasados, en un armario del tablino de sus casas. El retrato podía ser de cuerpo entero -de pie, sedente o sentado- o sólo de la parte superior del cuerpo. En el primer caso, se esculpían por separado el cuerpo y la cabeza y luego se ensamblaban ambos. Durante la República, los retratos, realizados a personas de la clase social dirigente, tienden a ser un poco más modestos, realistas, y naturales que los pertenecientes a la primera época del Imperio. En este, los retratos de los emperadores, tras la deificación de los mismos, fueron, en algunos casos al menos, idealizados, como fue el caso de los de Augusto (Augusto de Prima Porta) o los de Adriano, con quien se empieza a representar la cara de los emperadores con barba, y sus bustos fueron a menudo utilizados para fines de propaganda y mensajes ideológicos traducidos en la pose, adornos y vestidos de la figura. Desde el siglo III d. C., se tendió cada vez más a exagerar los rasgos del retratado.



3. ARTES DECORATIVAS
3.1. La pintura
Los etruscos fueron los primeros que hicieron uso en Italia de la pintura para decorar las paredes de las tumbas de personas de la clase aristocrática, desempeñando dichas pinturas una especie de evocación mágica. Pero no fue esta la que influiría en la pintura romana, que tuvo desde sus inicios un carácter eminentemente práctico, como lo tuvo el arte romano en general, y se empleó para decorar las paredes de los edificios públicos y de las casas de las familias pudientes y acomodadas, sino la griega. En efecto, a partir del siglo II a. C., esta comenzó a ejercer un papel preponderante en la plástica oficial por delante de la escultura, que lo había ocupado hasta ese momento, y cabe pensar que fueron pintores griegos de época helenística de la escuela de Apeles quienes fueron los encargados de realizarla, si bien la pintura mural romana adquirió pronto un carácter propio. Esta se realizaba con la técnica del fresco, la cual consistía en aplicar, sobre una segunda capa fina de mortero, formada por polvo de mármol, cal apagada y agua, generalmente cuando aún estaba húmeda, la gama de colores elegidos: blanco, amarillo, naranja, verde, azul y, el más destacado, el rojo pompeyano, mezclados con agua y a veces con cola. Finalmente, se la protegía con una capa de cera, que avivaba los colores. Los principales restos de pintura greco-romana proceden de las ruinas de Pompeya, Herculano, Stabia -la mayor parte de los cuales (más de mil fragmentos) se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles)-, del Palatino, en Roma, y de las necrópolis de Al-Fayun, en Egipto, consistentes en retratos hechos sobre tabla. En 1882, August Mau, basándose en la clasificación que hiciera de la pintura romana Vitrubio en el siglo I a. C., estableció estos cuatro estilos, los cuales, aunque se suceden cronológicamente, a veces coexisten:
✓ Primer estilo o de incrustaciones (150-90 a. C.). Es un estilo muy colorista y de aspecto suntuoso, el cual consiste en imitaciones marmóreas de sillares isodómicos o almohadillados, recreados con estuco pintado en varios colores, que imitaban los bloques de mármol coloreado colocados en las paredes de los templos de la época helenística. Además de la imitación de bloques de mármol, aparecen otros motivos decorativos en estuco como zócalos, cornisas, pilastras, capiteles y arcos. La pared se divide normalmente en tres bandas horizontales: la inferior representa un zócalo e imita el granito; la zona media muestra bloques de diversos colores; y la superior representa un friso corrido, generalmente blanco. Los mejores ejemplos de este tipo de pintura se encuentran en la Casa del Fauno y la Casa de Salustio, ambas Pompeya, y en el palacio Flavio situado en el Palatino en Roma.

✓ Segundo estilo, arquitectónico o de perspectiva arquitectónica (90-25 a. C.). Este es ya un estilo de plena creación romana y no una importación griega, y se denomina así porque imita estructuras arquitectónicas pintadas con mucho realismo, con las que se busca dar profundidad y perspectiva a la habitación donde figuran. Su mejor exponente, procedente de la Villa de Fanius Synistor en Boscoreale,cerca de Pompeya, se encuentra en el Museo Metropolitano de Nueva York. En esta pintura mural, que decoraba uno de los dormitorios de la citada villa, se representan, sobre fondo rojo cinabrio, paisajes urbanos, en los que se entrevén, a través de la perspectiva, palacios, columnatas, templos, casas privadas, etc. También se representan en este estilo bodegones, de los que se han conservado bellas muestras, o escenas simbólicas.

✓ Tercer estilo, ornamental o de los candelabros (25 a. C. – 40 d. C.). En este, no hay un interés en generar superficies con profundidad y/o perspectiva, como en el segundo estilo, pues se le da un mayor protagonismo a lo decorativo y al brillo de las figuras, a través de colores intensos -rojo oscuro, negro y amarillo, especialmente-, y, a menudo, presenta una gran delicadeza en la ejecución. Ahora las paredes se convierten en superficies planas donde se pintan, en paneles divididos mediante columnas adosadas y refinadas, poco realistas, elementos arquitectónicos fantásticos, motivos vegetales muy estilizados, figuritas de animales y de humanos y pequeñas escenas mitológicas, apreciándose, a menudo, una gran delicadeza en la ejecución.

✓ Cuarto estilo, ilusionista o del ilusionismo arquitectónico (40 d. C.-). En el cuarto estilo, desaparecen los efectos de volumen y perspectiva, no los de profundidad, para darle mayor protagonismo a lo ornamental y decorativo con escenas provenientes del imaginativo del artista, destacando escenas mitológicas y fantásticas. En algunos de los frescos de este estilo, llamados por Vitrubio “Megalográficos”, figuran personajes de tamaño natural, que componen escenas. El mejor ejemplo de este tipo de frescos es el que decoraba el posible triclinio de la Villa de los Misterios, en Pompeya, que podemos admirar in situ. Otros elementos característicos de este periodo son: guirnaldas, flores, cortinajes, telones y máscaras. También las pinturas que encontramos en los muros de la Domus Áurea de Nerón responden casi en su totalidad al cuarto estilo. En sus paredes y techos, se representan, en paramentos perfectamente organizados, pequeños recuadros figurativos o paisajísticos y elementos puramente ornamentales, como festones ovas, grecas, y animales fantásticos, como esfinges y grifos, enfrentados simétricamente, tal como se empezaron a representar en las telas de la India y de Persia, y, sobre todo, una mezcla de ser humano y brote vegetal, que los artistas del siglo XV denominaron grutescos. El hallazgo, en 1489, de este tipo de pinturas en unas salas abovedadas de la Domus Aurea causó sensación en Roma e interesaron a los pintores de entonces, como Rafael, quien las imitó en las logias del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano. A partir de entonces, la utilización de grutescos como decoración pictórica y arquitectónica, y en las artes menores fue amplísima.

Después del siglo I d. C., la pintura se limita a grandes masas pictóricas sin delimitar, con búsqueda de efectos claroscuristas con un gran detallismo en las representaciones, pero después se da una reiteración de los estilos pompeyanos. En el siglo II, en época de Adriano, se hacen muchos estucados con pinturas geométricas y vegetales y pinturas con un sentido muy pictórico, con colores más claros y sfumato.
Aparte de la pintura a la que nos acabamos de referir, hay que mencionar los retratos, los cuales proliferaron en el siglo II d. C. Algunos fueron pintados al fresco, como el de Paquio Próculo y su esposa, del siglo I a. C., que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles y fue encontrado en la Casa de Pansa; pero otros fueron realizados con la técnica de la encáustica, sobre madera. En el Egipto romano, se descubrió una excelente colección de retratos funerarios, conocidos como retratos de Al Fayum, realizados para ser colocados sobre las momias y hechos, muchos de ellos, con la citada técnica, otros en tela.

3.2. El mosaico
Los edificios cuyas paredes se decoraban con pinturas al fresco, generalmente tenían un pavimento de mosaico, al menos en las habitaciones nobles. Entre las clases de mosaico utilizado por los romanos hay que mencionar: el opus tessellatum, de origen griego, del que se conserva el mayor número de muestras; el opus vermiculatum, de origen egipcio, formado por teselas muy pequeñas; y el opus sectile, creado por ellos, que es de placas de mármol o de piedra caliza, dispuestas en composiciones de tipo geométrico.
3.3. La cerámica
La cerámica romana no alcanzó el nivel artístico que la griega, aunque sí un amplio desarrollo. Presenta estas dos modalidades:
✓ Cerámica de barniz negro o campaniense.
La cerámica campaniense se caracteriza por un pigmento negro brillante, que se asemeja al barniz por su calidad y consistencia y cuya intensidad de color se obtenía cerrando todas las aberturas del horno y dejando entrar en el lugar de cocción de las piezas de cerámica el humo cargado de partículas carbonosas y los grados de temperatura deseados. Su predecesora fue la cerámica ática de barnices también negros, la cual se venía vendiendo en los mercados occidentales desde la segunda mitad del siglo V a. C. La crisis, sin embargo, que se produjo a finales del siglo IV a. C. en la producción ateniense de la misma hizo que los talleres alfareros de la mayor parte de las costas de la cuenca del Mediterráneo Occidental optaran por imitar la extinta cerámica ática de barniz negro y comercializar sus producciones, conocidas como precampanienses. Algunos de dichos talleres alcanzaron en la segunda mitad del siglo III a. C. un gran éxito -en especial los de la zona del golfo de Nápoles-, los cuales, aprovechando la expansión romana después de la II Guerra Púnica, monopolizaron los mercados del Mediterráneo central y occidental con su cerámica, llamada Campaniense A. Posteriormente, a mediados del siglo II a. C. se puso de moda, por la calidad de sus productos y por sus formas “metálicas”, la Campaniense B, una tipología de cerámica de color igualmente negro originaria de Etruria, en donde desde el siglo VI a. C. se venía fabricando una cerámica de color obscuro, conocida como de bucchero nero, poco brillante, adornada con numerosas figuras en relieve, que imitaban la decoración de los vasos de metal. Dicha cerámica se fabricó especialmente en los talleres de la ciudad de Cales, al norte de la Campania, que llegaron a exportar entonces al Mediterráneo occidental cerca de la mitad de la vajilla de color negro. Su distribución se produjo también por casi toda la Península Ibérica.
Los utensilios más frecuentes de cerámica campaniense son: páteras, platos, cazuelas, tacitas derivadas del kylix ático, copas de pie oblicuo, pequeñas ánforas, cráteras para mezclar el vino, jarras porta-aceite, pequeños soportes circulares de pie elevado, etc. La cerámica de barniz negro campaniense dejó prácticamente de fabricarse a mediados del siglo I a. C., sustituida por la Terra Sigillata.

La decoración de las piezas de cerámica de color negro consiste básicamente en estampillas, tanto pintadas como en relieve, en el fondo interno y/o líneas-bandas, dispuestas bajo el borde interno, de color blanco o marrón-vinoso, enmarcando, a veces, un tallo en zig-zag en la que se alternan puntos o pequeñas hojas trilobuladas.

✓ Terra Sigillata o Cerámica Aretina de barniz rojo.
A mediados del siglo I a.C., se empezó a fabricar en Arezzo, ciudad de la Toscana (Italia), una cerámica de textura fina y revestimiento de tonos brillantes o muy brillantes rojizos/anaranjados, que reproduce vasos de mesa y utensilios de uso corriente similares a los de las figuras negras (campanienses), la cual alcanzó su máximo auge y calidad artística entre el año 15 a. C. y el 15 d. C. Esta cerámica se conoce, desde finales del siglo XVIII, como sigillata, término que acuñó el erudito aretino F. Rossi basándose en la marca o sello (en latín, sigillum) del alfarero o bien del propietario del taller o el del lugar de producción, que suele figurar en el fondo de este tipo de vasos. Se conocen miles de estas estampillas, consistentes la mayoría de ellas en un sello rectangular, que figura generalmente al fondo de los vasos. Las estampillas aretinas van muchas veces encerradas en círculos y muestran palmetas, jarros y ánforas, y, después de Augusto, frecuentemente están contenidas en una planta pedis o huella de pie. En los vasos galo-romanos adornados con figuras y dibujos, la estampilla figura muchas veces no en el fondo, sino al exterior, entre los adornos, y, en algunos casos, figuran también inscripciones alusivas al carácter del vaso.


Respecto al proceso de elaboración de la cerámica de figuras rojas, obtenida la pasta, se le daba al trozo de la misma elegido la forma que se deseaba tuviera el vaso a modelar, si este era liso, por medio del torno del alfarero; pero si había de llevar adornos, se recurría al moldeado, el cual permitía -particularidad principal de esta clase de cerámica- variar la ornamentación y obtener numerosos y preciosos modelos, por un procedimiento más económico para la ornamentación que el de la pintura a mano, vaso por vaso, de los alfareros griegos. En este caso, se comenzaba por preparar la superficie y forma del molde, en cuya cara interna el alfarero imprimía en hueco-relieve las figuras o adornos deseados -consistentes generalmente en representaciones, en relieve, de animales, vegetales y temas mitológicos, especialmente-, mediante punzones o matrices, que llevaban, a su vez, impresas en relieve dichas figuras. Con este procedimiento, el alfarero podía combinar aquellos de diversos modos y obtener a su antojo una ornamentación muy variada. Generalmente, figuraba la estampilla del fabricante en el propio molde. Cocido este, se podían vaciar ya en él los ejemplares que se quisiera, lo que se conseguía poniendo dentro barro preparado, al que el alfarero daba con las manos la forma deseada mediante el torno. Luego se dejaba secar el vaso dentro del molde, ya que la arcilla al secarse se contraía lo suficiente para poder extraer aquel sin que la decoración fuese dañada, y, una vez extraído de él, se le completaba, si era preciso, pegando con barro más diluido las asas y el pie o cualquier otro accesorio que llevara, y se le barnizaba. El color rojo/anaranjado, igual y liso, que tienen las piezas y que es lo que más las embellecía se debe a la aplicación de un baño de arcillas depuradas (engobe), semejante, según algunos, al que emplean hoy los alfareros a base de plomo o de galena, y el color más rojo se obtenía, si no lo tenía la arcilla empleada, añadiendo a esta una determinada cantidad de ocre rojo. El proceso de elaboración finalizaba con la cocción de los vasos en el horno.


Los talleres de cerámica basta de color rojo, para la que solo se precisaba del torno, estaban esparcidos por todas partes, aunque sus productos se vendían en áreas reducidas. En cambio, la cerámica fina de Arezzo se difundió pronto por otras zonas de Italia, como Ostia y Pisa, y por algunas del sur de la Galia, como Lyon, y después, por todo el Mediterráneo. Teniendo en cuenta, sin embargo, que esta clase de cerámica exigía obreros especializados para su elaboración debido a su técnica más complicada, y, por otra parte, una calidad especial en la arcilla, que se encontraba en lugares muy determinados, solo un corto número de ciudades en las provincias del Imperio romano tuvieron talleres que la produjeran. Según la zona de procedencia, la terra sigillata suele dividirse en cuatro tipos de producciones: TS itálica, sudgálica, hispánica y africana.
Por lo que respecta a Hispania, la gran aceptación que tuvieron en ella las producciones de Italia y de la Galia hizo que entre los años 40 y 50 d. C. surgieran talleres locales, los cuales se limitarían, en un primer momento, a copiar las técnicas de fabricación, así como las formas y los esquemas decorativos itálicos y gálicos. Dichos talleres se extendieron por diversos puntos de Hispania, llegando a abastecer en los siglos I y II de vajilla fina a toda la población hispana, lo que supuso que las importaciones de la misma desaparecieran, prácticamente, del mercado interior al menos. Incluso los alfares hispanos consiguieron exportar sus productos a diversos lugares del sur de la Galia y del norte de África. Tras un intervalo de tiempo que cubre casi todo el siglo III d. C., comienza a fabricarse un nuevo tipo de cerámica que se conoce como terra sigillata hispánica tardía. Como talleres importantes de producción, habría que citar: los de Najerilla, en la Rioja y los de Andújar, que llegaron a competir con estos, y los de Tiermes, Clunia, Granada (Cartuja y Albaicín), Bronchales, Tricio y Nájera.
